Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador
Quito, octubre de 2020
Quienes integramos el Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador, organización militante del ecologismo y del anti-extractivismo ecuatorianos, nos manifestamos en defensa de un ecologismo de izquierda, feminista, popular y anti-capitalista.
Nuestro manifiesto contiene una postura firme y frontal contra el uso oportunista del ambientalismo, presente en los discursos de los candidatos a la presidencia, que no dudan en engañar para captar votos de poblaciones que tienen aspiraciones legítimas de cambiar nuestras formas de vivir en el planeta. Para las elecciones del 2021 están registradas 15 candidaturas presidenciales y vicepresidenciales en el CNE, ninguna recoge o respeta los procesos políticos que creemos son necesarios para transformar la injusticia social y ambiental, y para enfrentar la crisis sistémica y la crisis sanitaria global, resultado del capitalismo colonial y patriarcal y sus formas combinadas de extractivismo, explotación y violencia.
Nuestro propósito con este manifiesto es alertar sobre cómo el ambientalismo ha sido despolitizado y reducido a una identidad romantizada, asumido como una posición moral o una operación tecnocrática al servicio de un falso desarrollo sostenible. Al hacerlo reivindicamos el ambientalismo como opción política y, como tal, como campo disputado por las izquierdas y por las derechas. En esa disputa, nos reivindicamos ecologistas de izquierda, feministas y anti-capitalistas, aliades del campo popular. En el contexto de la contienda electoral, así como en general en la construcción del mundo que queremos, hacemos un llamado a la crítica radical del ambientalismo y a una decidida repolitización del movimiento ecologista.
Nos pronunciamos ante el uso instrumental y oportunista del ambientalismo en tiempos de campaña electoral y contra el ambientalismo formulado desde las clases burguesas y algunas élites nacionales, encarnado en personajes como Larissa Marangoni, Roque Sevilla, Ivonne Baki, Yolanda Kakabadse y otrxs, que desvinculan lo ambiental de la justicia social y callan frente a los ataques a la autonomía territorial de los pueblos indígenas, campesinos, montubios y afro, y del derecho de las poblaciones a vivir en un ambiente sano. Esta clase burguesa que guarda silencio ante la criminalización de los y las luchadoras ambientales y aplauden o exigen la represión estatal de la protesta social. Su ambientalismo corporativo promueve soluciones parche que no afecten sus ganancias ni modifiquen la desigual estructura social que produce degradación ambiental, sino que amplíen sus posibilidades de ganancia. El neoliberalismo ambiental o ambientalismo de libre mercado cuestiona la eficiencia del Estado en el manejo y protección de los recursos naturales y sostiene que la solución es aplicar “derechos de propiedad” a toda la naturaleza, es decir privatizarla, para que el mercado genere mecanismos de conservación que permitan que la economía siga funcionando. Como resultado de ello, existe una proliferación masiva de mecanismos de financiarización de la naturaleza, como los bonos de carbono y los servicios ecosistémicos, entre otros, que benefician principalmente a grandes corporaciones privadas. Como ejemplos tenemos los proyectos eco turísticos de lujo que comercializan el paisaje, privatizan la tierra y transforman a lxs campesinxs y a la población rural en trabajadores explotados, la Responsabilidad Social Corporativa que da un lavado verde a actividades altamente contaminantes, las campañas de consumo ecológico que pasan por alto las enormes desigualdades en la capacidad de consumo y decisión, o la oferta de servicios ecosistémicos en mercados globales.
En su afán por impulsar la ampliación del capitalismo como solución a la crisis ambiental, que solamente favorece a una minoría de población privilegiada, estas élites “con conciencia ambiental” nos conducen a individualizar los problemas que la modernidad capitalista ha creado, diluyendo las posibilidades de organización política, tan necesaria para lograr cambios reales. Al mismo tiempo, responsabilizan y culpabilizan de la crisis ambiental a las poblaciones empobrecidas y racializadas, que son quienes sufren las consecuencias más severas de la desigualdad y de la degradación y contaminación ambientales. Así, estas élites promueven políticas que desconocen derechos para despojar, vulnerar y contaminar el territorio habitado por poblaciones indígenas, afro, montubias y campesinas vulnerables; y da prioridad a las industrias extractivas contaminantes, favoreciendo a las empresas trasnacionales y a la acumulación de capital. En sus expresiones más grotescas, los ambientalistas de élite claman por el control poblacional de lxs más empobrecidxs, lo que se traduce en el control del cuerpo de las mujeres marginalizadas, racializadas y empobrecidas.
Los elementos anteriores son componentes de lo que queremos posicionar como un ambientalismo burgués y anti-popular, que no tiene como principio la justicia ecosocial, sino que quiere instrumentalizar la preocupación ambiental para mantener el orden establecido y que quiere seguir obteniendo lucro con la devastación ambiental. Ese ambientalismo burgués rechazó y criminalizó las reivindicaciones populares del Levantamiento Popular de Octubre de 2019 aludiendo al apoyo de una supuesta medida ecológica (el retiro de los subsidios a los combustibles) planteada desde un gobierno criminal.
Las formas tradicionales de hacer política y el uso instrumental del ambientalismo están presentes en todos los candidatos presidenciales, quienes reafirman lo que tanto daño causa al país y al planeta. El candidato banquero Guillermo Lasso, que está obsesionado con llegar a la presidencia para completar el proyecto neoliberal ligado a la etapa de mayor privatización y explotación de la naturaleza en el país. El candidato Andrés Arauz, aliado de lo que quedó de la “Revolución Ciudadana”, gobierno nefasto que amplió la frontera de explotación petrolera e inició la minería a gran escala, en muchos casos con violencia y persecución a líderes y lideresas defensoras de la naturaleza. El candidato Yaku Pérez Guartambel, reconocido activista anti-minero presentado por el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, de quien por su trayectoria en organizaciones y cercanía en luchas esperábamos una respuesta coherente con los procesos en los cuales se formó políticamente. Pero, al contrario, sus vínculos y prácticas políticas en esta campaña electoral lo acercan al ambientalismo burgués y anti-popular que poco o nada tiene en común con las luchas históricas ecologistas a las cuales pertenecemos.
Por un lado, la búsqueda del binomio de Yaku Pérez reprodujo prácticas políticas clasistas, racistas, machistas y antipopulares. Postular a Larissa Marangoni como candidata a vicepresidenta por Pachakutik revela un ansia de involucrarse con cualquier figura que se identifique como ambientalista; aún cuando esta figura sea viva representante del ambientalismo de élite que propone la conservación de reservas naturales vaciadas de seres humanos y la recuperación urbana de zonas verdes para el deleite privado, a costa del despojo de habitantes urbanos marginalizadxs. Asimismo, la insistencia en que el binomio presidencial sea una mujer (aunque no ha sido el único candidato que ha hecho esto), busca únicamente cumplir con la cuota de género, maquillar su imagen y hacer un uso utilitario de la lucha de las mujeres. Esto pese a que Pérez Guartambel no ha llevado a cabo nunca un trabajo desde el género y menos aún desde el feminismo popular para la defensa de los territorios, la tierra y lxs cuerpxs.
Pero más allá de las alianzas que Yaku Pérez Guartambel vaya realizando, reconocemos en sus propias posturas un ambientalismo abstraído de la realidad del pueblo que dice representar, que vacía de contenido la riqueza y diversidad del pensamiento andino amazónico, y lo reduce a un misticismo despolitizado, carente de sentido transformador, planteando que hay que recuperar una relación “perdida” con una naturaleza que estaría más allá de la sociedad humana y sus relaciones de poder. Este ambientalismo místico no ve a las comunidades locales como sujetos políticos, no reconoce la fuerza y legitimidad de la organización colectiva ni respeta los procesos colectivos orgánicos. Por el contrario, construye la figura del ambientalista como héroe, como una identidad romantizada, no como una posición política vinculada con la justicia eco-social y la lucha anti-capitalista. Desde esa identificación, se escuda en el diagnóstico errado de que tanto el socialismo como el capitalismo han destruido la naturaleza por igual, ciego a las violencias que no se relacionen directamente con problemas o conflictos ambientales. Se siente entonces libre para identificarse con la derecha privatizadora, anti-derechos, patriarcal, asistencialista y racista que, ansiosa por ganar votos, ofrece demagógicamente terminar con el “modelo extractivista”. Para nosotres, la defensa ecologista o una posición anti-extractivista pierde todo propósito cuando se presenta como posición moral y no política, aliada de las derechas.
Rechazamos también las posturas ambientalistas oportunistas que ha adoptado el banquero neoliberal Guillermo Lasso en el contexto de su varias y fallidas campañas para alcanzar la presidencia. Particularmente su intento fallido, en 2016, de sumar a su favor el apoyo que ha tenido el movimiento ecologista Yasunidos, pretendiendo apoyar el proceso de recolección de firmas para convocar a una consulta popular sobre el Parque Nacional Yasuní y convocando públicamente a una veeduría ciudadana en el Yasuní, conjuntamente con YASunidos, pero sin contar previamente con la aprobación del movimiento. Su postura ambientalista no duró más de un par de semanas, pues Lasso se desligó del proceso de recolección de firmas con la justificación de no querer intervenir “en un debate ecológico que no le corresponde”. Pero en octubre del mismo año volvió a intentar disfrazarse de ambientalista al establecer un acuerdo con Paúl Carrasco, el líder del Movimiento Juntos Podemos, para recibir su apoyo en las elecciones de 2017. Dicho acuerdo incluía la promesa de no explotar el Yasuní y declarar las zonas de alta biodiversidad, páramos y fuentes hídricas como territorios libres de minería metálica. Pero eran sólo promesas para intentar ganar las elecciones, pues ninguna de ellas se ha mantenido en su campaña actual, en la cual apenas se menciona el tema ambiental cuando se afirma que va a cuidar la naturaleza y respetar la biodiversidad a partir del libre mercado. Así, el cuidado ambiental está condicionado a la reducción o eliminación de impuestos (principalmente el impuesto a la salida de divisas), los acuerdos de libre comercio, la creación de zonas francas para el turismo bajo la justificación de crear emprendimiento, atraer inversión extranjera y generar empleo. Pero los resultados de la aplicación de políticas neoliberales durante más de tres décadas en América Latina demuestran que el libre mercado sólo fomenta oportunidades para las grandes empresas, las corporaciones internacionales, la banca y las oligarquías nacionales, concentrando la riqueza y multiplicando la pobreza al privatizar los bienes comunes, expropiar territorios, mercantilizar la naturaleza, devastar y contaminar zonas biodiversas para priorizar el mercado y la ganancia privada por sobre el bienestar común, la justicia ecosocial y la naturaleza.
Cabe destacar que la Fundación Ecuador Libre, que es el “think tank” o “tanque de pensamiento”, impulsado por Guillermo Lasso y fuente ideológica del movimiento CREO, recibe asesoría de José María Aznar; Aznar califica al cambio climático como un mito, rechaza el “alarmismo climático” por considerar que hay temas más preocupantes que el aumento de la temperatura global, y sostiene que el ecologismo “tiene el peligro de acabar siendo una ideología totalitaria”.
Andres Arauz, lejos de tener una visión ecologista popular, reivindica la posición extractivista de los gobiernos progresistas de América Latina. Arauz responde al proyecto “Revolución Ciudadana”, particularmente a Rafael Correa, quien en diez años de mandato puso a la actividad extractiva -mega-minera, petrolera y agrícola a gran escala- como uno de los ejes centrales del desarrollo, sin evaluar las afectaciones a poblaciones vulnerables, sobre todo pueblos y nacionalidades indígenas.
Un claro ejemplo de la lógica capitalista ligada a la extracción de recursos del gobierno de Alianza País fue el sistemático desmantelamiento de la iniciativa Yasuní-ITT, y el posterior inicio de la explotación petrolera en los bloques petroleros 31 y 43 dentro del Parque Nacional Yasuní, violando de manera explícita los derechos de la naturaleza y de los pueblos indígenas en aislamiento.
Es probable que el candidato Arauz recuerde estos hechos, pero no quiera mencionar la serie de violaciones a los derechos de poblaciones que viven en territorios que fueron y son asolados por el extractivismo mega-minero. Para recordar, en agosto de 2016 la comunidad shuar de Nankintz fue violentamente desalojada por efectivos militares para instalar el campamento del proyecto mega-minero Panantza-San Carlos. En diciembre del mismo año el ejército volvió a desalojar otra comunidad shuar, Tsuntsuim, y Correa decretó el estado de excepción en toda la provincia de Morona Santiago, militarizándola. Estos son solo dos de los muchos eventos de violencia racista contra la población que cuestiona a la industria extractiva. Se cuentan por cientos los y las dirigentes indígenas y campesinxs criminalizadxs en el contexto de la lucha contra esta industria.
No tenemos ninguna razón para pensar que la serie de violaciones a las poblaciones y territorios en favor de la industria extractiva y de las élites económicas locales propulsados por el gobierno de Alianza País cambiarán con el candidato Arauz. Además, ninguna propuesta impulsada por el candidato del correísmo menciona el tema ambiental a profundidad, peor aún desde una perspectiva popular y feminista. Esto no es una casualidad, pues el candidato busca no contradecir la línea de pensamiento de Rafael Correa y proteger a cualquier precio los intereses de países como China y grandes corporaciones extractivas que generaron ganancias en el gobierno anterior.
No es nuestro objetivo favorecer a ningún candidato en la contienda presidencial, tampoco nos estamos posicionando únicamente ante las elecciones, sino ante el uso instrumental y oportunista del ambientalismo por parte de todos los candidatos. Nuestro trabajo colectivo deja claro cuál ha sido nuestra posición respecto a las líneas políticas que han gobernado el país en las últimas décadas. Hemos criticado el progresismo modernizador del que forma parte Arauz, así como a la derecha oligárquica del PSC o de Lasso que ha dominado el país a lo largo de su historia y ha co-gobernado en los últimos cuatro años con Moreno. En este documento alertamos sobre el ambientalismo demagógico de Pérez Guartambel.
Llamamos a las organizaciones ecologistas a hacer frente a las políticas reaccionarias que pregonan un ecologismo burgués y despolitizado, funcional al proyecto neoliberal de las élites. El movimiento también necesita liberarse de las luchas que se ciñen a temas o dinámicas aisladas de la discusión amplia de la economía política y que definen alternativas estancadas en la descripción de un futuro post-extractivo. Al contrario, cualquier alternativa debe superar ese estancamiento y luchar contra el capitalismo en su conjunto. Solo de ese modo se puede construir una coalición popular amplia con capacidad para tomar el poder político y transformar el modelo de acumulación pero que, a diferencia del progresismo modernizador, considere como esenciales en esta transformación los impactos sociales y ambientales de la industria extractiva, condene la criminalización de comunidades locales y pueblos y nacionalidades del país y construya un estado capaz de respetar las soberanías subnacionales y la autodeterminación indígena.
¿Cuál es el ecologismo que defendemos? Un ecologismo que esté junto a las clases populares, empobrecidas y racializadas que han sido históricamente explotadas por el capitalismo depredador de la vida. Un ecologismo de izquierda anti-capitalista en tanto es profundamente consciente de los ciclos del capitalismo global a los que estamos subordinades, que toma en cuenta las causas estructurales del problema ecológico y se posiciona radicalmente en contra del proyecto neoliberal de las élites. Un ecologismo que lucha por la justicia ecosocial feminista porque concebimos que la devastación ecológica afecta primero a las mujeres racializadas y empobrecidas, que son además las sujetas favoritas de intervención del ambientalismo burgués. Rechazamos cualquier tipo de ambientalismo que exija a las mujeres empobrecidas y racializadas que “sanen al planeta”, colocando sobre ellas una sobrecarga abrumadora de trabajo, al mismo tiempo que quiere gobernar sus cuerpos.
Desde esta posición, rechazamos el ambientalismo neoliberal de Guillermo Lasso, el extractivismo con conciencia ambiental heredado de Alianza País por Andrés Arauz, y el ambientalismo despolitizado y demagógico de Yaku Pérez Guartambel, que además se alía con la derecha a la que jamás le ha preocupado la destrucción de los ecosistemas o de los cuerpos humanos a los que explota. Este tipo de ambientalismos no son bienvenidos dentro de nuestros sentipensares y trabajo colectivo.
En el contexto de la contienda electoral, así como, en general, en la construcción del mundo que queremos, hacemos un llamado a la crítica radical frente a los ambientalismos y a un decidido ejercicio de un ecologismo de izquierda, feminista, popular y anti-capitalista.