Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador / Junio 2019
En los últimos días se ha profundizado el debate sobre las cifras de femicidios en el Ecuador (ver declaraciones de Moreno del 24 de mayo del 2019), así como las cifras sobre embarazo a niñas y la disputa de los grupos anti-derechos sobre quiénes suman más gente en la lucha contra la despenalización del aborto (véase 35 mil firmas entregadas en la Asamblea Nacional por la Sociedad Ecuatoriana Tradición y Acción por la no despenalización del aborto, etc). Al más puro estilo patriarcal, lo que quieren hacernos ver es quién la tiene más grande, quién tiene el poder de decidir sobre nuestras vidas en base a cifras, a veces manipuladas, respecto a las violencias sobre diversos aspectos de nuestras vidas, o abanderar nuestras luchas.
Caer en este uso de los datos sobre la cantidad de víctimas de violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes, es perverso; reduce el problema y nos pone a debatir sobre lo menos relevante -los números, la cantidad- y no sobre lo que realmente importa: las vidas que hay detrás y el sistema que sostiene estas violencias. Las cifras, usadas desde la lógica patriarcal que atraviesa al Estado, se convierten en una herramienta que se limita a utilizar nuestras demandas con fines políticos u otros intereses, o para intentar acallar nuestras voces que exigen no más violencia machista hacia nosotras.
Desde la geografía crítica reconocemos que el uso de los datos, bajo intereses políticos diversos, visibilizan una mirada sesgada de la realidad. Para romper con esta tendencia perversa, nos preguntamos ¿qué es un dato?, ¿qué dice el dato?, ¿cómo ha sido recolectado?, ¿para qué sirve?
Si bien un dato ayuda hasta cierto punto y para determinadas cosas, como por ejemplo mapear momentos de la realidad, no lo es todo y no representa la realidad absoluta. Para trascender a un análisis crítico que aporte a una determinada causa, es preciso integrar diversos enfoques e instrumentos. Sin embargo, el debate que maneja el Estado y ciertos actores sociales presenta datos descontextualizados con los que quieren crear una realidad que no existe, con el único fin de legitimarse.
Desde nuestra perspectiva, está claro que es un intento de legitimación absolutamente fallido, puesto que estamos conscientes de que los gobiernos de turno nada han hecho para registrar las cifras de violencia de género, y mucho menos para transformar esta realidad, o al menos disminuirla. Por ejemplo, hasta ahora no han desarrollado la 2da. Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, la cual lleva ya cuatro años de retraso, y ahora constituye una grave deuda hacia las mujeres, niñas, y adolescentes. Se ha evidenciado además la absurda falta de coordinación entre las instituciones responsables de las cifras sobre violencia de género hacia niñez, adolescentes y mujeres que como colectivo hemos evidenciado desde el año 2016 con el mapeo de la violencia de género en el país hasta la actualidad y el primer mapa de feminicidios que realizamos hasta finalizar el año 2017 junto con otros colectivos feministas.
Por eso nos preguntamos, ¿qué datos utilizan para afirmar que han bajado las cifras de femicidios, sobre violencia de género, sobre embarazos por violación?, ¿de dónde los obtienen?, ¿por qué estos datos no los conocemos la sociedad en general?, ¿por qué las instituciones públicas vinculadas con el tema no han socializado esta información, siendo un tema de actualidad tan controvertido y solicitado por las diversas organizaciones sociales que trabajan por esta causa? Y a nosotras, ¿de qué nos sirven esos datos si lo que exigimos es que no exista NI UNA SOLA mujer, adolescente o niña asesinada por ser mujer?
Desde nuestro ser y quehacer feminista, trabajamos para que el dato sirva para la movilización y la transformación reales, porque cada número que se suma o se resta significa que la violencia contra nosotras aún no acaba y no terminará mientras se sigan perpetuando la cultura patriarcal. Actuar más allá de las cifras, nos permite mirar los entramados que recaen sobre nuestras vidas, que hacen que en los espacios que habitamos se cometan actos de violencia tan atroces que llegan al punto del exterminio de nuestros cuerpos por la acción machista, que tanto el Estado, las instituciones, la narco-cultura, las redes sociales, las empresas y corporaciones y principalmente los medios de comunicación y la publicidad, perpetúan a su favor el sistema patriarcal.
La geografía feminista no es solo mapear datos sobre un territorio determinado. De hecho hay un gran debate sobre si realmente los sistemas de información geográfica son un ejercicio de conocimiento feminista. Esto se debe a que tenemos que depender de un dato cuantitativo que siempre va a simplificar la realidad. Por este motivo, como colectivo de geografía crítica, queremos insistir que la geografía feminista es mucho más que mapear datos estadísticos y fijarlos sobre un mapa. La geografía feminista reconoce al cuerpo como una escala, y pone énfasis en la experiencia encarnada para visibilizar cómo las relaciones y dinámicas patriarcales y machistas que se producen en el territorio geográfico se expresan también en el territorio cuerpo, determinando distintos aspectos de la vida de cada niña, adolescente, mujer y cuerpo feminizado que sufre sus consecuencias. En este sentido, dado que somos las mujeres que desde nuestros cuerpos, desde el encarnamiento y desde nuestra vida sobre y con el territorio, somos nosotras las que sabemos y sentimos la gravedad de lo que genera la violencia machista, y no reconocemos que las cifras emitidas por el gobierno representen una realidad.
Por eso reiteramos y nos acuerpamos con las compañeras de diversos espacios y organizaciones para exigir: ¡NI UNA MENOS por violencia machista! ¡NI UNA NIÑA, adolescente, mujer, lesbiana o trans embarazada por violación más! ¡No somos cifras, somos vidas y queremos vivir con la libertad para decidir!
*Imagen de cabecera de Espacios Abiertos.